sábado, 25 de enero de 2014

CONTROL DEL GUSANO CABEZUDO (CAPNODIS TENEBRIONIS L. ) DE LOS FRUTALES

Melocotoneros con síntomas de estar parasitados por el Gusano cabezudo (Capnodis tenebrionis)

Los árboles que cultivaban nuestros abuelos para producir fruta se regaban por inundación del suelo que rodeaba el tronco, zona en la que se solía construir un alcorque para mejorar la infiltración.
Esa técnica agrícola, como cualquier otra, tiene ventajas e inconvenientes. Entre las primeras: la inundación del suelo con agua limita o incluso anula el desarrollo de numerosas especies de insectos, como el coleóptero Capnodis tenebrionis (Gusano cabezudo); entre los inconvenientes: el consumo de agua es excesivo.
El agua es un bien muy limitado y la ingeniería agraria ha sido capaz de diseñar nuevos procedimientos de riego mediante “goteros” que producen un ahorro significativo de agua, lo que ha propiciado que los sistemas de riego por goteo se hayan impuesto, mientras que los tradicionales han desaparecido; pero con ellos también ha desaparecido la protección que proporcionaban contra determinados insectos del suelo formadores de plagas.
Actualmente, en muchas comarcas dedicadas al cultivo de frutales, principalmente de hueso, las plagas de Capnodis tenebrionis son un azote difícil de controlar, plagas que están propiciadas por los nuevos sistemas de riego.

Este es un ejemplo más de la íntima relación que liga la fitotecnia de un cultivo con la sanidad del mismo.
Larva de Gusano cabezudo (Capnodis tenebrionis) incrustada en la raíz de un árbol

Figs. y texto originales de José Del Moral De la Vega

lunes, 13 de enero de 2014

EL TIZÓN DEL TRIGO


Grafito de una espiga mostrando los síntomas del Tizón.

En 1882, Koch comprobó la relación entre Mycobacterium tuberculosis y la tuberculosis, gracias a lo cual estableció su importante postulado; pero mucho antes, en 1807, Prevost había determinado la correspondencia existente entre el hongo Tilletia caries y la enfermedad del trigo conocida como Tizón, prueba de que hasta el siglo XIX, los conocimientos de Medicina vegetal iban a la par, o incluso adelantados a los de Medicina humana.

La historia de nuestra civilización y la del trigo van de la mano, sin que sepamos muy bien cuál de los dos, hombres o plantas, tomaron la iniciativa de caminar juntos. Pero acompañando al trigo vienen también unos hongos entre los cuales se encuentran diversas especies del género Tilletia, microorganismos que provocan enfermedades en los trigales, y a las que los labradores dan el nombre de “Tizones, Caries o Carbones”, debido al color negro que adquieren los granos, rellenos de esporas del patógeno.

Las esporas de estos hongos se encuentran en el suelo o adheridas a la cubierta de las semillas. Cuando éstas se siembran, el hongo germina e infecta los tejidos de la planta. Durante el desarrollo del cultivo la  planta  no muestra  síntoma  alguno de la  enfermedad, pero cuando aparecen las espigas podemos  comprobar, en las espiguillas, que los granos de trigo no son tales, sino que, realmente, son bolsas negras repletas de esporas del hongo. Y si aplastamos un grano entre los dedos nos mancharemos de un polvo negro, constituido por las esporas del microorganismo, y con olor a pescado podrido debido a la trimetilamina que contiene.

La forma de evitar la aparición de esta  enfermedad es fácil, eficaz y barata. Consiste en impregnar las semillas que se vayan a sembrar con un fungicida específico. Los formulados a base de mancoceb han demostrado ser eficaces. 

Semillas de trigo afectadas por el Carbón y, sobre las mismas,  una espiguilla desprendida de una espiga mostrando el falso grano que contiene.

Esporas del hongo Tilletia foetida, causante del Carbón del trigo, vistas al microscopio.

Figs. y texto de José Del Moral De la Vega